La Tierra chocó con otro cuerpo celeste del tamaño de Marte
y una composición parecida a la de Mercurio que aportó algunos raros
elementos que forman parte del núcleo terretre y contribuyó a generar
los campos magnéticos que protegen al planeta de la radiación solar.
El uranio y también el torio son dos elementos radiactivos
que emiten calor a medida que decaen y son necesarios para generar la
energía que impulsa el campo magnético del planeta, que nos protege del
bombardeo constante de la radiación. Según una investigación publicada
esta semana por la revista «Nature», este choque explicaría la
abundancia en el núcleo terrestre de elementos tales como samario, neodimio, uranio y torio,
elementos que normalmente son atraídos químicamente por la roca de
silicato, que forma la corteza y el manto de la Tierra, y que en teoría
no deberían disolverse por el sulfuro de hierro, que forma el núcleo
externo de la Tierra.
«Pensamos que si el núcleo contenía una fuente de
compuestos de azufre sin oxígeno (llamados sulfuros reducidos), el
uranio y el torio podrían permanecer en él. Pudimos probar que era así», explicó Wood al rotativo norteamericano «Los Angeles Times».
Según su modelo, el choque con este cuerpo habría hecho que el uranio
pudiera haberse disuelto mejor en sulfuro de hierro. Esto a su vez
ayudaría a que el uranio se sumiera hacia el núcleo de la Tierra,
manteniendo en movimiento durante miles de años el campo magnético
terrestre.
La mayoría de los científicos creen que la Luna se formó a partir del
impacto contra la Tierra de un cuerpo del tamaño del planeta Marte, al
que se le ha dado el nombre de Theia. La inmensa cantidad de escombros
producidos por la colisión (probablemente la mayor de las sufridas por
la Tierra en toda su historia) formó una densa nube de residuos
alrededor de nuestro mundo que, obedeciendo las leyes de la gravedad,
se fueron uniendo hasta dar forma a lo que hoy es nuestro satélite.
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